Pinturas de guerra |
donde todo reloj era ocultado a la cortés manera |
del anfitrión árabe |
para demostrar con ese gesto |
el incalculable valor que se le da al tiempo |
gastado en la grata compañía de una visita? |
La mención a la hora, |
al día o a la noche, |
al tiempo, |
podían ser entendidos como una insinuación, |
y perderse la magia del momento |
ante la noción de la segura partida. |
no existía ni en los adioses ni en la distancia. |
Sus fronteras estaban marcadas por el semen, |
la saliva, el sudor de cada uno de los encuentros. |
El cuadrante de sus relojes |
carecían de horas, minutos y segundos. |
El concepto del tiempo que se adelanta y atrasa, |
que corre y se detiene, |
que pasa y se va y viene, |
no tenía para estos seres ninguna significación |
dentro y fuera de sus vidas. |
que habitaban una isla desierta |
o una gruta en la montaña a cientos de kilómetros |
de la próxima estación de gasolina disponible. |
Tampoco que hubieran quemado sus naves |
en tácita renuncia del mundanal ruido |
y sus multicolores y atractivas luces. |
Mucho menos |
que fueran distintos |
al común denominador de los mortales. |
Simplemente, estaban enamorados. |
con sus cimas y depresiones, ocasos y amaneceres, |
las arrugas y cicatrices de los eventos |
son marcadas con tinta indeleble. |
En la bitácora de la existencia cotidiana |
quedan grabadas, con la precisión |
de un hipersensible sismógrafo |
que registra los más leves pulsos, |
las gráficas de líneas quebradas |
que muestran la magnitud de las pasiones. |
Carne y hueso, |
alma y espíritu, |
en una compleja maraña de materia y esencia. |
La frase encierra todo |
porque contiene el componente esencial |
que fusiona, cataliza y rige la pasión humana. |
Y la pasión humana, en materia y esencia, |
en alma y espíritu, en hueso y carne |
encuentra su máxima expresión |
a través de los sentidos, |
en la abstracción de esa fuerza |
que atrae y repele al mismo tiempo, |
pero que crea un campo de energía |
capaz de quebrarlo en millones de pedazos que, |
de por sí solos, |
representan un universo de sensaciones |
y de acontecimientos sin horario y sin edad. |
los amantes son capaces de condensar |
la energía pasional y de expandirla |
más allá de los límites de su realidad. |
Porque una cosa es el tiempo que de tal a tal hora |
pasan juntos, |
y otra es el que ellos comparten. |
Dicho de diferente manera, |
están los planos físicos y metafísicos. |
Los primeros, |
gobernados por las leyes naturales, |
en armonía con el universo que vemos y podemos medir, |
y los otros |
con esa especie de reloj espiritual |
que no obedece más mandato que el de la pasión. |
En un estado de gracia y desventura |
al mismo tiempo, |
donde los dados caen de culo |
con más frecuencia que con los números ganadores. |
De un juego en el que se apuesta todo, |
se arriesga todo |
en una sola mano |
y donde no escasean los dados cargados |
y la carta oculta bajo la manga. |
De un encuentro en el que la traición |
y el engaño |
son cuenta corriente. |
de los cuerpos, |
donde el límite de la piel se estrecha |
y se ensancha la profundidad del abrazo |
en abismos de pronunciados riscos |
y traicioneras aguas. |
Los pordioseros se arrastraban por las cocinas del mercado, perdidos en la sombra de la Catedral helada, de paso hacia la Plaza de Armas, a lo largo de calles tan anchas como mares, en la ciudad que se iba quedando atrás íngrima y sola. |
Miguel Ángel Asturias |
El Señor Presidente |
Tujú paguábara paguábara emeyéberel tujuyochún pochunr sijisíbiri aguábara caguábara sochún |
Tujú paguábara paguábara emeyéberel tujuyochún pochunr sijisíbiri aguábara caguábara sochún |
Tupapá el-tuyo-por-si-acaso |
no es guitarra |
es mano y dedos. |
No se sabe si es el hombre |
quien la toca |
o si es la guitarra |
brazo y caja |
cuerdas clavijas y puente |
la que toca y trastoca |
el alma de los hombres |
que la rasgan. |
Este material contiene una historia verídica. Yo no soy el autor. De hecho me fue confiado por alguien a quien se lo había entregado alguien. Así, en una larga cadena de depositarios. Ignoro su autoría y procedencia. |
Como, supuestamente, han pasado treinta años desde que se escribiera, lo más probable es que los mencionados asesinos de Rogelia ya estén muertos o desaparecidos desde hace tiempo. O, como yo he pensado muchas veces, no se trate sino de una novela de ficción, basada posiblemente en algún hecho real, que no tiene valores más allá de lo estético. |
Esta ha sido una larga cadena. El manuscrito quemaba mis manos y me quitaba el sueño. Al extremo que decidí deshacerme de él y poner tierra de por medio. Sabía que mi viaje a Alaska era definitivo -también por otras razones, claro-. Le ruego me perdone. Le aconsejo que, vencida la primera intención, no lo lea. Destrúyalo y olvídese. No vale la pena. Gracias por su confianza. |